Querido Carduelis Carduelis:
Ya sabes que hablo mucho y muy rápido. ¡Para eso soy un loro! Desde esta zona tropical que me cobija, veo cómo os recluyen en jaulas del tamaño de una caja de zapatos.

No contentos con observar en libertad vuestra hermosa careta roja que contrasta con los tonos blancos y tostados de vuestro cuerpo, ¡van y os recluyen!
Unos colores a los que complementa un antifaz, un capirote y una nuca negros. Al desplegar las alas exhibís tonos amarillos y negros. Veréis, yo no me quejo de mi plumaje, pero siento cierta envidia de vuestro canto.
Es una melodía polifónica y aflautada, que para mí representa el reclamo de vuestra falta de libertad. ¿Quién me iba a decir a mí que los seres humanos se empeñan en cazaros con redes y presentaros a concursos de canto?
Los que os recluyen, que se autodenominan “silvestristas”, tienen un discurso grandilocuente para manteneros atados y bien atados. Los nada menos que 40.000 aficionados que pueblan la lejana Hispania aseguran que sois necesarios para renovar los “stocks”. Esto me huele a chamusquina.
Ellos defienden que no atentan contra el medio al privaros de vuestra libertad. ¿De dónde habrán sacado tamaña mentira manipuladora? Me sé sus mentirijillas de memoria, hermano.
¡Y para qué piarte de los plaguicidas y herbicidas! No sé si os han comunicado que atentan contra vuestra integridad.
Y, así, en un abrir y cerrar de pico, os habéis convertido en el ave más perseguida con miles de ejemplares muertos y encarcelados cada año.
Ya os he observado desde el otro lado del océano cómo saltáis de un lado a otro de vuestra jaula. Sois alegres por naturaleza, pero os han arrebatado vuestra alegría y jolgorio. ¡Y no es para menos!
Algunos de tus compañeros, los que han corrido mejor suerte, viajan desde Finlandia, Rusia u otras zonas de Europa central para aterrizar en territorio español.
Me he informado de vuestra índole migratoria parcial. Para los que no lo saben, lo aclararé: los que residís en el norte de Europa viajáis al sur tras vuestro periodo reproductor.
Los científicos me han contado que llegáis a la península ibérica en los meses de octubre y noviembre. Algunos de vosotros os quedáis, mientras que otros continuáis el viaje a África.
Bien es cierto, que la península acoge especies tanto sedentarias como migratorias. Las que emigráis lo hacéis al norte del continente africano y regresáis a la península y al resto de Europa en los meses de febrero y mayo.
Os voy a contar un secreto: cada vez son más los humanos deseosos de abriros las jaulas y de que planeéis en absoluta libertad como pájaros de mundo que sois.
Parece que, en Europa, salvo en España, son más conscientes de vuestra condición de presos por capricho de unos cuantos. Atraparos es una práctica prohibida desde 2018. Así que, no os canto más las cuarenta porque tengo que salir volando a cantárselas a quienes os están enclaustrando.
Si sigo piando me enciendo y no es plan de daros la tabarra, que ya tenéis bastante para vosotros. ¡Volando voy a piar a otros lares donde soy más necesario!
¡Hasta pronto! Nos vemos en los cielos.
Bravo braviiisimo !!! Privar de la libertad y encima estos seres que VUELAN es un delito, un atentado contra la empatia y la sensibilidad, no entiendo con que derecho se creen los que deciden estas practicas, deberian hacerles lo mismo para invitar a la reflexion…
Ser humano, ¡que prescindible eres para la naturaleza!
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Clara, tu trabajo de divulgación es excelente y accesible a.todas las edades.No dejes de hacerlo, hace mucho bien a la sociedad, ver desde otro punto de vista el trato que damos a los animales y que hemos normalizado como si fuera el correcto. El «bichito» nos ha dado un aprendizaje grande. El mundo no es de los humanos, los humanos somos parte del mundo. Estas maneras de vivir cambiaran con el tiempo. Hay que acelerar el proceso porque el tiempo se acaba, siendo infinito, que paradoja y tu trabajo ayuda a este cambio de la «realidad». Un abrazo
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¡Muchas gracias, Cris y Alberto¡
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¡Qué precioso texto!!
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¡Muchas gracias! Te leeré 😉
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